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Coto trata a los trabajadores como exclavos

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Christian, trabajador de la sucursal 160 de Retiro tuvo que lamentar a fines de julio la muerte de su esposa por culpa de la desidia y la impunidad que ostenta la cadena COTO. En la actualidad, luego de someterse a un tratamiento psiquiátrico y psicológico para lidiar con la situación traumática que le tocó atravesar, pudo empezar a contar su historia.

A principios de año contrajo dengue y fue obligado a trabajar con las defensas todavía bajas: «En marzo, abril me contagio de dengue por la zona de la Villa 31, ahí me avisan que iba a pasar a ser paciente de riesgo porque el virus me había matado casi todas las plaquetas (…) Me hicieron volver 4, 5 días antes de que terminara la licencia, yo acepté y fui a trabajar igual.»

El día 5, 6 de julio empiezo a sentirme mal, con mucho dolor de cuerpo y de cabeza.», cuenta Christian. Entonces, le avisó al supervisor que si al día siguiente continuaba el malestar se iba a ausentar. «Me respondió que si faltaba me iba a echar a la mierda, que lo único que quería eran días de vacaciones». Terminó presentándose a trabajar con 38 grados de fiebre y al día siguiente habló con delegados que lo mandaron a hacerse el testeoDe RRHH le dijeron que se hacía la víctima, que no tenía nada, sólo una gripe, que «nadie de Operaciones se podía enfermar». El test le dio positivo. Se aisló en su casa pero aún así su esposa se contagió y falleció. 

Luego de la muerte de su pareja, a pedido de la psicóloga de la empresa y la de la obra social, solicitó el cambio de sucursal para evitar tener contacto con el supervisor que lo forzó a trabajar bajo amenaza de despido: «Es la violencia que tiene COTO hacia vos. En Operaciones es así. Nos dicen que somos unos inútiles y peor también, malas palabras».

A esto se suma que quedó solo con su hijo de 8 años, no tiene quién lo cuide y para llegar a su trabajo tiene 1 hora y media en auto de ida y otro tanto de vuelta. Aún así COTO le niega el pase a una sucursal más cercana a su casa y más lejos de donde vivió tantas situaciones de violencia. Christian tiene miedo de perder su fuente de trabajo: «Cuando vuelva me van a echar, lo sé porque ya me lo dijeron. Me van a tener 1 mes, me van a inventar una causa y me van a rajar».

Y agrega: «Yo siento mucha culpa porque la contagié, ella me decía que renuncie, yo estaba buscando otra cosa, tengo estudios, pero la situación del país está muy complicada. No puedo ni dormir en nuestra cama, me cuesta salir a la calle».

Christian todavía no tiene abogado y recién ahora está empezando a poder hablar.

Además, contó más actos ilegales orquestados directamente por la empresa, como que obligan al personal de seguridad tercerizado a torturar a quienes entran a robar comida: «Les mojan los pies y los meten en cámaras frigoríficas a -27º o los meten en compactadoras de basura y los dejan todo un día ahí». También «Nos obligan a pegarles. Yo me negué y me amenazaron con echarme. Si hay gente que no habla es por miedo. Y hay otra gente a la que le gusta, toman la violencia que ejercen de arriba hacia abajo».

En estos días lo citaron en casa central y cuando salió lo estaban esperando ocho hombres con barbijos iguales, con los colores del gremio, que cuando pasó lo miraron y rieron. Entendió que se trataba de una intimidación más.  

El delegado Héctor Castro explica: «Nosotros pedimos hablar con la secretaría de DDHH porque Christian no es un sólo caso, hay millones de casos en la cadena COTO».

La secretaria de Derechos Humanos de la Nación se comprometió a seguir en contacto por el caso.

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