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Mujeres malabaristas

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Sol Zanchi nació en el año 78, en Buenos Aires, donde vivió hasta sus 27 años. Es técnica química (ENET N°1, Otto Krause) y médica egresada de la UBA. Se especializó en medicina general, en la provincia de La Pampa, donde nació su primer hijo y actualmente reside en Chaco, donde nació su hijo menor. En 2020 gracias a la pandemia encontró en la escritura un refugio definitivo, en esta charla nos cuenta sobre su último libro, MUJERES MALABARISTAS.

SPN: ¿Desde cuándo escribís? ¿Cuál fue tu primer acercamiento con la literatura?

S.Z: Escribo desde siempre como forma de sacar de adentro emociones que incomodan, enojos, broncas, tristezas, amores. Todo lo que desbordaba, iba a parar al papel. Era mi soledad y yo. Y escribir.

Desde 2020 empecé a asistir a un taller literario con Facundo Gerez – https://www.instagram.com/facugerez/ – virtual e individual, y allí surgió sin querer queriendo mi primer libro, como una historia de ficción con mucho de mi realidad.

Eso fue una novela corta o nouvelle. De la mano de Facu fue tomando la forma final y fue publicada en 2020.

 Luego continué con los talleres, pero en formato grupal, que fueron siendo semillero de alguna manera para mis nuevos textos que en un momento determinado comenzaron a girar alrededor de esta temática de las mujeres y sus malabares diarios. Y así nació mujeres malabaristas.

SPN: ¿Qué significa para vos, más allá del título del libro, ser una “mujer malabarista”, te considerás una?

S.Z: Una mujer malabarista, para mí, es toda mujer, te diría. Todas andamos haciendo magia por ahí. Cuidando de otrxs, cuidando las formas, las almas, los tonos de voz para no molestar. Hacemos malabares con la guita, con los tiempos, los mandatos. Malabareamos con nuestros deseos, los guardamos en un cajón para cuando se pueda, malabareamos con nuestra imagen, nuestras frustraciones, nuestros recuerdos.

Creo que todas realmente somos malabaristas. Y, como dije en la presentación del libro, acá en Chaco, los varones también hacen malabares. Pero de esos tendrán que hablar ellos. Mi libro intenta dar voz a las malabaristas de mi vida, y a otras que son ficción cien por ciento. Mujeres y diversidades.

SPN: ¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Lo disfrutas?

S.Z: Disfruto muchísimo escribiendo. Por eso mi Instagram es mariposa grafómana. Me salvó la vida y la cabeza el proceso minucioso, solitario y paciente de transformar el dolor en arte. Me salvó. Me curó. Hay dolores que quedaron el papel. Y agradezco eso, haber tenido ese privilegio.

Lo más maravilloso no termina ahí. Mi obsesión por publicar tuvo que ver en los dos casos, con ambos libros, con el hecho de compartirme con otras. Inspirar, movilizar, dejar pensando, sintiendo, llorando o sonriendo a otras mujeres. Ese es el placer más grande en todo esto. Llegar a otras almas. Sentir que algo moviste.

SPN: ¿El libro es un poco el retrato de una parte de tu vida?

S.Z: También hablo sobre mí. Todo el libro soy yo. Porque en definitiva es el inconsciente un poco individual y otro poco colectivo, que en determinado momento toma el mando al momento de escribir, y sale a relucir.

SPN: ¿Crees que las mujeres ya podemos decir que tenemos las mismas posibilidades de expresarnos artísticamente que los hombres? SI no fuese así, ¿qué falta?

S.Z: Respecto a las posibilidades de expresarnos artísticamente en comparación con los hombres, creo que falta mucho. Nosotras tenemos que ser multitarea. Se avanzó en esto de que ahora trabajamos afuera y los derechos de a poquito, y a veces, van equiparándose en el ambiente laboral y el doméstico. Pero, aún falta que crezcan las generaciones que viven de manera natural el trabajo doméstico como un rol independiente del género. Mientras eso no llegue, creo que siempre va a ser el doble el esfuerzo por darnos el tiempo y el espacio (y aun así vamos a ser unas pocas privilegiadas) para poder parir proyectos artísticos.

SPN: ¿Tenes algún nuevo proyecto en mente o en preparación?

S.Z: Este año empecé a dictar talleres de escritura. No quise hacerlos restrictivos solo para mujeres, pero en realidad me encantaría. Necesitamos decir. Necesitamos escucharnos y escribirnos y leernos y contar nuestra cotidianeidad. Con sarcasmo, con crudeza o como sea. Pero contarla. Multiplicarla. Subirle el volumen. Ando con ideas siempre en la cabeza. Hay textos que por ahora no tienen un hilo conductor. Pero nada en concreto. Ese hilo llega solo. Llega en la medida en que seguimos escribiendo. Y viviendo. No tengo apuro

SPN: En el relato «Poliamorosa» que nos muestra una madre atareada, hay una frase que particularmente me impactó: «Recordar es hacer cosas», esto dice la protagonista que está intentando escribir un cuento, mientras piensa que la comida está en el horno, que tiene que ir a buscar a su hijo, entre otras tantas cosas.

Creo que es una frase que tiene mucha potencia y también mucho para pensar. ¿Será que las mujeres y los seres humanos en general estamos en una etapa en la que no podemos lograr la paz mental? Como escritora, ¿cómo logras hacerte de ese espacio necesario para crear? ¿Qué les dirías a las mujeres que inmersas en esas rutinas y demandas no pueden encontrarse?

S.Z: Siento que más que de la humanidad en general se siente el peso de la CARGA MENTAL femenina en ese texto.

A veces te ves agotada, son las 7 de la tarde y te queda hacer mil cosas todavía. Y querés llorar encerrada en el baño para que los chicos no se angustien. La cartulina, el papelito, la fotocopia del DNI, tu jefa que te pide que vayas a una capacitación fuera de horario, y explotas. Estallas. Te da ganas de salir desnuda insultando con tu existencia a todo el mundo. Menstruando. Como en ese texto, sacada. Pensas, si yo sufro ustedes también, hipócritas a lo “Violencia Rivas”. No sé, va más por ese lado.

Cuando lo escribí no me di cuenta. Pero creo que tiene que ver con la carga mental. Que a su vez tiene que ver con lo que hablábamos antes de que las mujeres trabajamos afuera adentro somos choferes cocineras. Recordé el texto de Juan Solá «Negra de mierda», es eso. Es hacer todo a la vez. Sin derecho a colapsar.

Por eso creo que escribir es resistir. Para mí siempre lo fue. Y en estos tiempos. Y para nosotras. PODER escribir. Poder expresarnos sobre el papel, poder corregir ante la mirada de un otrx, poder compilar, poder publicar y así esparcir la palabra, es un acto profundamente resiliente, de resistencia, y sumamente necesario para abrazarnos en medio del caos y acompañarnos en el camino de transformación que todas las mujeres transitamos a fuerza de pérdidas, de dolores, o simplemente por amor. Les diría entonces que escriban. Que vomiten sobre el papel. Que saquen. Que alivianen la carga. Y que no tiren esos textos. Que los atesoren. Que se los manden al correo electrónico para tener un «archivo» de sí mismas, o si son manuscritos los guarden bien en un cajón. Porque en algún momento pueden retomarlos, corregirlos, y publicarlos. El poder de un relato de mujer a mujer es inmenso. Que me crean eso. Que confíen en ese poder de ayudar a otras mostrando sus propias realidades. Eso les diría.

Una especial mención a @yuliconye • Fotos y videos de Instagram quién fotografió a https://www.instagram.com/espaciotierraviva/, para la tapa y el interior del libro; a ellas dos, mi agradecimiento ♥

Instagram de Sol Zanchi https://www.instagram.com/mariposagrafomana/

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