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Por Lu
27 de Agosto de 2023
Es Agosto y después de 22 grados a la sombra , es lógico que se largue semejante tormentón.
Estamos en la oficina y por la ventana de vidrio vemos como toda el agua va cayendo del cielo. “Hoy no va a venir nadie” , decimos, y seguimos trabajando como si el milagro no se estuviera produciendo.
La abuela está en su casa, un tres ambientes sólido de gruesas paredes, como las de antes. Construcción fuerte para su oído débil. Las ventanas están cerradas y hoy no tiene que hacer ningún mandado.
A la tardecita lleva el té con leche y las galletitas de agua con CasanCrem al comedor porque hay que cenar liviano, prende la televisión , y empieza la tormenta:
ÁRBOL CAÍDO EN CABILDO Y JURAMENTO, DESTROZA AUTO.
COLECTA PARA LOS INUNDADOS EN COLEGIO NUESTRA SEÑORA DE LA DIGNÍSIMA DIGNIDAD.
PIBES CAMINANDO ENTRE EL AGUA Y EL BARRO SIN RUMBO CIERTO EN LA CIUDAD DE LA PLATA.
AUTO FLOTANDO GRACIOSAMENTE EN TÚNEL DE SAN ISIDRO.
La vieja come tranquila y da pequeños sorbos al té. Hace mucho tiempo ya, que las cosas no le pasan(y le pesan).
Las gotas caen sobre el árbol violentamente, rama a rama, hoja a hoja, una caída libre vertiginosa y mortal. Una pequeña de ellas tiembla en la punta de una hoja, se está , hay que decirlo , por estrolar en la vereda… ¡Ahí va! Queda hecha un recuerdo en la tapa de cemento que reza “AYSA”, entonces la ex gotita devenida en agua amorfa es inevitablemente pisada por los apurados transeúntes, qué destino.
La lluvia que duró un día completo o mejor dicho 130 milímetros en 10 horas, por fin cesa y Agosto se convierte en un invierno potente.
Volvemos a la oficina arrastrados por la rutina y nos quejamos del frío (como ayer, qué día de locos, nos quejamos de la lluvia) y anteayer que sorprendidos despotricamos contra el disruptivo calorón. Y así cada día.
Y así cada día (y no nos damos cuenta).
